LOS TERRITORIOS POETICOS DE UN VIAJERO INSOMNE
Por: Basilio Belliard.
Publicar es celebrar. Escribir poesía es una cura del espíritu. Retornar a la poesía es siempre una expresión de la pasión literaria. Cuando José Rafael Lantigua -crítico apasionado y celebrante de los libros, poeta discreto y ensayista de prosa rítmica y dinámica- me invitó a formar parte de este equipo de presentadores de su más reciente libro de poesía, lo celebré en la complicidad, como si hubiera sido yo mismo. Después de la publicación del poemario Los júbilos íntimos, que me honró presentar -junto a Soledad Álvarez, en febrero de 2004, en la Biblioteca de la Universidad Católica Santo Domingo- con este libro he vuelto a reivindicar algunas apuestas estéticas y celebraciones, que formulé aquella noche, hace ya nueve años.
El poemario Territorio de espejos está articulado en base a una estrategia de juegos de espejos, en el que el yo poético realiza un intercambio simbólico con el nosotros poético. Así pues, su autor propone una personalización-despersonalización del sujeto poético que fluye en un ritmo verbal, entre encabalgamientos y anáforas, que le confieren musicalidad a los versos.
Nuestro poeta apela a la función poética del adjetivo para imprimirle un énfasis especial a los versos, mediante juegos de palabras y sentidos, sonidos y ritmos. Creacionismo y surrealismo actúan como ecos e influencias, que resuenan en el universo poético fundado por el poeta José Rafael Lantigua, quien nos sorprende con su ritmo verbal, estilo anafórico y visión musical, al colocar los versos en la disposición de la página, semejante a un pentagrama, en el que cada palabra representa partituras armónicas, melódicas, tonales y tímbricas. Esa concepción de su retórica poética le funciona como una estrategia de escritura de no poca rentabilidad estética, que le inyecta un fluir dinámico a su cuerpo de metáforas y a su registro lírico de imágenes.
Este poemario es, en cierto modo, un diario (como lo son muchos libros de poesía), un itinerario sentimental de tono autobiográfico, en el que subyace una poética del viaje, lo que se expresa en un retorno a la infancia: viaje a la semilla, memoria y utopía. Soliloquios y afirmaciones, interrogaciones y exclamaciones. Inocencia y experiencia, nostalgia y lectura. La aldea y la ciudad se consustancializan, pues, en un decorado de espejos y contra espejos. Los sonidos de las palabras adquieren un matiz con el sello de una historia personal. Así, la memoria de la palabra participa como ente evocador de una experiencia de escritura, que actúa como pretexto de ficción y materia poética de su mundo lírico.
La articulación de esta muestra poética gira en torno a una estructura de espejos. Cada parte actúa como decorado de espejos cóncavos y convexos, sincopados y viajeros, que reflejan la luz y la sombra, de la ciudad y la noche, del presente y el pasado. La melancolía de la ciudad está presente como impulso motriz, en la que el sujeto poético encausa el insomnio de su autobiografía, entre la nostalgia del paraíso infantil y los avatares de la ciudad, entre la soledad de la vida aldeana y el desarraigo vertiginoso de la vida urbana.
Este libro es a la vez el itinerario de su autor, en el que la ciudad funciona como un espejo viajero donde Salamanca, Sintra, La Habana y Venecia representan símbolos de la nostalgia y la plenitud, la presencia de la memoria y la ausencia del olvido. Arquitectura y urbanismo, presencias y visiones espléndidas del goce sensorial y la satisfacción espiritual participan como ejes ficcionales que decoran su imaginario poético.
Territorios de espejos es la épica de una vida cantada en tono lírico, que se lee a la vez como el círculo de una travesía vital que refleja la autobiografía de su autor, en su evolución carnal y espiritual. El viento de la noche y el umbral de la vejez se manifiestan en radiografía de la nostalgia y anatomía del tiempo: cavilaciones y peripecias, celebraciones y errancias. Hay pues en esta obra una estética del viaje: la ciudad y la isla, la provincia y la metrópolis. Elogio de la vida y celebración de la vida matrimonial.
Me correspondió, en esta presentación a cinco voces entre amigos, la sección Espejos retrovisores, que comprende los poemas Retorno al origen, Mañanitas de diciembre en la aldea y Poema de la soledad (en cuartos menguantes). En esta estructura, el espejo funciona como el instrumento simbólico que sirve para ver el pasado y el origen. Así pues, el espejo retrovisor le permite al sujeto poético retornar al origen, a la vida primera. Es una vuelta a casa, a las añoranzas, a la luz del camino que impulsa el mensaje de las palabras perdidas, en las tardes y las noches de los “paraísos artificiales” de la infancia. Hay pues un reencuentro con la soledad metafísica, un regreso al génesis de los ayeres y los sueños, las madrugadas y las noches lunares. Estamos ante un habitante de las soledades nocturnales, que mira su existencia ontológica, a través del espejo de su vida, con sus transformaciones y metamorfosis, desvelos y cavilaciones, plenitudes y vacuidades, olvidos y memorias.
Estas son apenas unas pinceladas de aproximación a unos territorios poéticos que reflejan la pasión, la memoria y la lectura de una trayectoria intelectual en el mundo de las letras y la poesía, la cultura letrada y el turismo, que ha hecho del viaje una aula abierta e infinita de experiencias, una religión moderna que nutre, alimenta y metaboliza la escritura, y que José Rafael Lantigua ha capitalizado desde la imaginación y la experiencia. Celebro pues su magisterio poético y su constancia de oficiante lírico, y a la vez, ratifico y confirmo su pasión lectora de poesía, al tiempo que doy fe de su creencia en lo que dice y canta.
14 de noviembre, 2013.
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BASILIO BELLIARD, poeta y ensayista. Educador universitario. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía por uno de sus libros.
Vea también:
JOSÉ RAFAEL LANTIGUA EN SU TERRITORIO DE ESPEJOS. Por Soledad Alvarez.
Territorio de espejos: lenguaje de ruptura. Por: José Mármol
LOS ESPEJOS DE ALTARES DE LANTIGUA. Por León Félix Batista.
LA POESÍA EXISTENCIAL DE JOSÉ RAFAEL LANTIGUA. Por Plinio Chahín.
Invariantes afectivos y antropológicos en Territorio de espejos. Por Alejandro Arvelo.