Mi poeta interior y mi no poeta: A propósito de La Fatiga Invocada de José Rafael Lantigua
Por: Jesús Cordero.
Conseguir que el acto poético se deconstruya en sí mismo pertenece a un anhelado sueño de quienes únicamente pretenden, desde una lógica postura , hacer explicito algún encargo poético de las formas, dicho de otra manera y para el entendimiento común, la poesía no se presta para los analistas de argumentaciones chatas cuyo enfoque no pasa del mísero observatorio cuadricular de las formas y una que otras veces de la presentación mecánica de un presumible andamiaje y donde se sobre utiliza el mismo esquema para la infinidad de textos a descodificar. Todo lo anterior sumado coincidencialmente a las deudas literarias han malogrado por años la verdad sobre la calidad en la poesía dominicana de los últimos tiempos. Más aún, estos pseudos escribas suponen la poesía como acto social cargado de informes y quejas temporales. No dejo de sorprenderme con sus ideas y panfletos, con sus enanos raciocinios y con su ligereza a la hora de emitir sus amañados juicios.
Nadie puede decir la poesía: El estupor que se mece entre los escombros es un baldaquín nacido en las ruinas de una tempestad comida de vientos. Escribo la letra silenciada de tu sombra. Cargo sobre mis pupilas el miedo frenético de tu semblante glorioso…nadie repite tanto dolor a solas con la sustancia cósmica que nos devora: Esta mujer que pasa, pasajera del vicio, ha tejido una madeja de insomnios protervos que se ciñen a su piel como pegamento en un cielo amurallado de hendiduras y ternezas…nadie sino el poeta puede partirse en cuatro el corazón con la única y marcada decisión de que la luna encienda cada noche y así: Desquiciado, un furor se asoma al aire inofensivo de mi murmullo. Hay un cuerpo esculpido sobre el azar del desvelo, inoculando odios mientras en la estancia se reza en el resabio de una oración desvelada. Nadie puede decir el poema sino el poeta y sus miedos y memorias anteriores.
Es esta, una de las razones por la que disfruto más que niño con juguete nuevo, la grata oportunidad de que mi no poeta y mi poeta interior hayan leído La fatiga invocada, de José Rafael Lantigua. Imagínese usted yo lidiar con estos dos señores, mi no poeta y mi poeta interior cada uno intentando ser el alfa de la tan pequeña y arrinconada manada que nos habita y en sus versos …la fiera cumbre adormece pálida en su mansedumbre. Poema I, pag. 13.
Hasta hace tres días entendía esto como una acción de locos, mas sin embargo aprendí a verlo como un ejercicio crítico donde determinamos no solo los aciertos poéticos encontrados por mi poeta interior, sino también los desaciertos, tema mudo para los comprometidos. Esta reflexión puede bien conducirnos hacia una búsqueda del propósito, y cuando digo propósito, me refiero al conjunto de planes y acciones que debe integrar nuestra escritura y su efecto determinante en la reingeniería de las mentalidades, y entre sus fines, provocar transformación social y cultural, en sus versos: Todo destino es un manuscrito urdido de celosías que abren y cierran sus postigos ardientes. A más, todo pensamiento es una idea enmendada al estaño del destino.
Pero qué alimenta este tipo de poesía, cuáles son los requerimientos humanos sobre los que se apoya. Dónde y con quién encontrarla que no sea sobre el césped farandulero o la alfombra roja de los supermercados literarios. Esta definitivamente no aparece así como de la nada, sino que se construye con el tiempo y sus furias, más con lo irremediable que con lo remediable, más con el silencio y las soledades que con el bullicio atroz de las horas felices. Esta construcción, esta escuela de constantes y eternizados soliloquios van más allá de lo simple, y no pertenecen a esquematismos cadavéricos, estos versos son nuestras propias historias.
La historia que construí no ha de pertenecerte nunca. La bordó mi madre en su soledad con la antorcha viva de sus desfallecimientos. Es historia de ojos cansados y miradas perdidas, de asombros mustios y desiertos fugaces. La historia que me construyeron es propiedad del insomnio que revolotea persistentemente en mis instintos. Resplandece sobre el ultraje del tiempo y sus piedades vacilantes, mientras la esperanza se extingue sobre las lágrimas y sobre el pecho se ahoga un desafío de huellas iluminadas…
Toda poesía digna de considerarse para estudio, debe ser vista con la división crítica de estos dos encuentros interiores, el no poeta y el poeta interior.
-Llevo un corazón que fragua su latir en las aturdidas sendas del pasado.
-¿Para qué sirve un corazón que late solo para lastimar andaduras ásperas?
-Cargo la vida con un corazón que se mueve en medio de una tormenta perenne.
-¿Por qué el vinculo con la eternidad se refugia en tus reflejos cansados?
-Tengo un corazón calmo que tiembla sosegado en trance de fulgores y jubilosas pesadumbres.
-¿Cómo vencer a un corazón que se funde en el ala de una saeta luminosa que viaja en la promesa del amor y su reposo?
-Refreno la tormenta de mi corazón para que un universo mudo domine su destino.
Cada uno ejerce de manera arbitraria su mayor esfuerzo para la conquista del espacio psicoespacial y de su reactivación al contacto con las cosas anteriores, los sueños, los lugares visitados en la persona o en los libros, los pueblos y las andanzas que dejamos caer bajo la lluvia o sobre el barco de hojas y olas que se metió brutalmente en nuestros ojos, los dolores que un día nacieron de noche y el amor que se filtra en nuestras lágrimas, cada uno, de estos dos, pretende ser, y es de ahí desde donde surge la poesía y su tamaño. De esa lucha de internos y eternos titanes, la que bien puede durarnos para toda la vida o definirse en un abrir y cerrar de ojos: Anoche fui al mar y me dejé morir suavemente en sus luces de agua.
Quietud, plenitud, sombras, culpas, desesperanzas, preguntas, desquicios, deseos, carnalidades profundas, metafóricamente diseñadas, duras afirmaciones compendian estos primeros poemas que se agrupan, no porque alguno sea parte del otro, sino porque son el primer laberinto del afán interior, esa búsqueda y presentación que emprende cada átomo del cuerpo que los habita, su estructura y su acento largos y dispuestos para la caída del habla y su cortante movimiento de vertical a horizontal, intentando rotundamente rompernos la voz, busca más que satisfacernos el ego, crear en el tiempo y en nosotros el animal oscuro del amor.
Amar amar
Es todo cuanto necesito
Es todo cuanto necesito
Intencionalmente devuelto al poema X, y condicionalmente devuelto al poema XVI, siento la necesidad de callar y dejar que la poesía se defina por sí misma, que se diga al mundo y que ejerza su primera condición, ser poesía, conducirnos al ancho océano nocturno, y liberarnos inconscientemente de lo que muere en nuestro pecho, de lo que asusta a las multitudes y de lo que se siembra en cada atardecer:
La poesía, mujer, es una fatiga invocada. Uno se recuesta sobre su pecho alumbrado para aniquilar la carga degradante de los equívocos, mientras los duendes caprichosos miden la pasión colonizando las entrañas del vivir. La poesía mujer es inexplorable. Uno intenta colocarla a contraluz del deseo y ella se subleva para dominar desnuda nuestros caminos anegados, nuestros desiertos, nuestra tierra de cenizas, nuestros espantos. Mujer, la poesía es una habitación deshabitada que no admite huéspedes domados.
Lo que no se mide no existe, fueron las palabras de un gran filósofo estadounidense, y estas palabras son las que nos colocan ante la sociedad como números y cifras que sentencian nuestra condición humana, este tipo de discriminación la hacemos también en la literatura, sobre todo en la poesía, hacemos la lectura de los jóvenes y los no tan jóvenes para encontrar el acercamiento, el punto clave en la curva que haga impacto en ambas categorías, el punto de encuentro en que se fusionan para el enriquecimiento de nuestras letras.
A mi parecer, humilde como el de cualquier provinciano, es el logro que hace de La Fatiga Invocada, un poemario que cumple su cometido, porque un poemario no es solo un montón de sentimientos, pensamientos, ideas y emociones juntas, sino, el que logra a través de su contenido provocar transformación social y cultural.
Tal vez sea un derrotado de tu
escritura de fuego.
Un grito áspero tendido entre tu historia y mi desnudez.
Lo afirmo.
Eres un árbol sobre cuyas ramas se tiende y destiende tu rostro de olvido.
Todo lo que das en ternura
Se deshace en memoria y sombra
Todo.
—
Jesús Cordero es poeta y narrador. Pertenece al Círculo literario Yelidá y al Taller Central Aníbal Montaño, de San Cristóbal, su ciudad nativa, donde también labora en el proyecto Mi Barrio en Letras con niños y jóvenes. En 2010 obtuvo el premio de poesía joven que otorga la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo con su poemario ¨Debajo del sol